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Ahí la tienen.

La tienen apagada.
Y desde el fondo se escucha casi imperceptible un susurro de voz airosa y chiquitita, que en su pequeñez trata de expresar todo cuanto quepa en unos cortos segundos:
Que las burbujas siguen chasqueando las orejas del submarino ocasional. 
Que las hojas siguen murmurando su locura al erosionar el cemento. 
Que el aceite, el aceite, el aceite. 

Y ahí la tienen, encerrada. Ahí la tienen, abajo.

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