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¿Aló?

Me volví a perder. Esta vez para siempre.

Hace varios años que no reconozco los ladrillos grasientos de las calles sin salida por las que transito. No me gustan. Solo los trato de embellecer mientras avanzo. Ni siquiera se si me disgustan. Ni siquiera se si me gustan más después de pintarlos de colores que combinan (sí que combinan). Solo avanzo.

Tengo tanto miedo de no lograr los colores perfectos que ya no se si me importa pintarlos. Y eso que ya no logré el turquesa ese que no es turquesa y que era tan lindo. Nunca lo logré en verdad. Pero antes al menos lo intentaba.

Me creía una maquinita de colores cuando estaba más viva que nunca. Ahora que soy una máquina gris añoro el antiguo odio hacia mi misma. Era tan real. Lo sentía. Hoy ya no soy capaz de llorar frente a la pantalla mientras escribo esto. 




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