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No fue

Fuimos tontos.
Sobre todo niños.
Niños jugando a conocer lo más hondo de sus paredes.
A probarse, a retorcerse en la tierra inmunda de la desesperanza. 

Me probaste como si yo fuera un juego.
Te dejé probarme porque tengo la enfermedad de amar la herida.
Nos dejamos y nos hundimos los dos.
Y yo quedé abajo en la mugre. 

Mi obsesión no se alimenta de tiempo, sino de imágenes. 
De tu olor a hombre dolido.
De mi ilusión de mujer querida. 
De esas dos veces contigo en el grito de lo delicioso. 

Te siento respirando tan cerca mío. 
Con tu cinismo enraizado de olor rancio. 
Con tu orgullo inútil.
Con mi pasión quebrada entre tus labios irónicos.

Te siento entrar y es tan falso.
Entras tan fabulosamente y me lastimas.
¿Por qué te quedas sin tocar?
Lame la herida que dejaste en mi fragilidad y ándate de una buena vez.

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