El movimiento de las olas que mecen el barco me hace pensar en los hechos de la vida acumulados en el tiempo. Que no se acumulan en realidad, se concatenan, como un engranaje perfecto.
Una ola violenta puede llevar al barco a una altura imponente, en un ángulo extraño y la quietud de las aguas vuelven a llevar al barco a su lugar seguro. Desde esa tranquilidad, el capitán ríe irónicamente frente a la inmensidad azul, adorando cada momento de incomodidad que la tormenta trajo, y la hace suya.
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