Fuga


Las hormigas subían por su cabello apoyado en el pasto, pero un beso en el campo tiene esa irremediable intensidad adormecedora que la volvía insensible a estos pequeños insectos.
Él se incorporó y empezó a decir una de esas cuantas frases que la sumergían en un tierno sueño de verano. Pero ella no se detuvo a escuchar la última palabra de la frase, y entre risas infantiles empezó a correr entre las flores amarillas que rozaban las piernas desnudas bajo su vestido.
- ¡Alcánzame! – le dijo con una sonrisa de niña maliciosa. Corrió hasta tropezarse con la raíz de un árbol monumental que se imponía en medio del campo. 
Él, aprovechando su fragilidad, la tomó y abalanzándose sobre ella le murmuró al oído:
- Ahora es mi turno.
Él comenzó a caminar lentamente, para que así ella pudiera incorporarse. Los dos amantes corrían por el paraje como en un juego de estrategia. Ella era frágil pero había momentos en que casi podía alcanzarlo. Él empezó a adentrarse en el bosque, pero el juego no parecía terminar. Aún ella lo podía ver entre la frondosidad de los árboles, corriendo sin intenciones de detenerse. 
Después de un rato, ella, cansada, le gritó al mismo tiempo que se le quebraba la voz:
- Está bien, ¡Me rindo! Pero detente de una vez.
Él no se detuvo. El bosque parecía no acabarse y la persecución de los amantes tampoco. Ya era de noche y cuando ella frenó para recobrar el aliento, se percató de que sus pies estaban sangrando, resquebrajados por las ramas del camino. Se dio cuenta que ya ni siquiera podía escuchar los pasos de su enamorado en la tierra, solo a veces podía escuchar leves ruidos parecidos a los de alguien corriendo, solo a veces pudo acordarse de la cara de placer que él tenía mientras escapaba.

1 comentarios:

གངས་རིན་པོ་ཆེ། dijo...

Bello!

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