Le gustaba la música del organillero porque no tenía estructura alguna. A veces la gente pasaba y le molestaba escuchar tal extraña forma de expresión. Lo peor era aquella grotesca imagen de un organillero pordiosero y sin sentido.
Sin embargo, a ella le encantó. Bastó una canción mal tocada para que él se la llevara a París. Nunca más los volvieron a ver.
