El color de la arena es lindo, porque no es nunca uno.
Me gusta meter la mano en esa multitud de colores,
y que en mis zapatillas quede algo de ello, años después.
Esto no es metáfora alguna. Es que vivo de texturas.
No hay como ese no-silencio al sumergirse,
no hay como abrir los ojos debajo del agua y que nada sea nítido, que nada lo sea! (¡Viva el no-distinguir!)
No, aún no es metáfora. Solo me dieron ganas de tener mis pies en la arena.
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