No sé que pretensión tuvimos. Parece que no fue la intención la que nos llevó a estar donde estamos hoy. No fueron concientes los pasos que dimos al acercarnos y quizás no pensamos ni un segundo el porqué de empezar a escucharnos.
A los caminos bonitos se les llega desde la irracionalidad.
Ni tú ni yo encontramos la razón de nuestros actos, porque la verdad es que nuestros actos no tienen ni nunca tuvieron razón alguna. Llegamos a ellos impulsados por la música de algún viejo pianista callejero, que por coincidencia, los dos escuchamos al pasar por el mismo lugar. Sus compases nos empujaron, y nosotros, como determinados por una melodía consentido, nos encontramos reconociéndonos el uno al otro sin palabras.
Dentro del mundo racional, aún me veo constreñida por la melodía perfecta del pianista desconocido. Creo que tú también, porque cada vez que alzo la mirada, te veo, mirándome.
Hoy llueve, y ni la lluvia ni la música significan lo mismo que ayer.